viernes, 22 de marzo de 2013

Yo soy muy...


Generalmente, todos pensamos que poseemos varias virtudes que nos definen: somos buenas personas, somos inteligentes, somos muy sensibles y tenemos un gran sentido del humor. También pensamos que somos muy amigos de nuestros amigos (ya ves tú que mérito) o que somos muy fieles. También se llevan mucho los yo soy muy con las siguientes cualidades: yo soy muy sincero, yo soy muy fuerte, yo soy muy generoso, yo soy muy independiente, yo soy muy tolerante o yo soy muy alegre. Es más fácil contarle a los demás cómo nos gustaría ser, e intentar que nos crean, a dejarles libertad para conocernos y que saquen sus propias conclusiones. Sus conclusiones pueden estar igualmente equivocadas, pero, al menos, son las suyas y no las nuestras impuestas en otros.

Y, puestos a inventar un personaje, mejor diseñar a un buen protagonista. No vas a comenzar una conversación con un desconocido diciéndole: "ya te aviso de que soy muy mala persona, bastante egoísta y soberbia y carente de sentido del humor, pero hablemos de ti...." Y, bien pensado, lo que somos es grandes guionistas. Vamos perfeccionando nuestros personajes con los años e inventando la línea argumental que deseamos recorrer. Pero la diferencia entre ficción y realidad es que la ficción está bajo control y la realidad no. La realidad es imprevisible. Aparecen personajes secundarios (todos aquellos que no somos nosotros) que nos rompen los esquemas y trazan un nuevo rumbo sobre la trama principal. Y, por mucho que te hayas aprendido tu guión previamente, cuando esto sucede no te queda más remedio que improvisar.


La vida no tiene una sola dirección, tiene muchas. Quizá un sentido único, pero muchas direcciones. Y creo que construir minuciosamente nuestros personajes, y hacer campaña permanente, nos lleva a meternos en la rotonda más próxima y a no poder salir; a pasarnos la vida dando vueltas sobre nosotros mismos, dejando pasar la oportunidad de salir a la autopista y seguir adelante. Y una vez en ruta, tampoco será fácil. La vida no es una línea recta, no es una autopista señalizada y recién pavimentada por la que uno llega sin contratiempos a su destino. La vida es más bien una carretera llena de curvas y, según estés, puedes necesitar ir parando en cada esquina a vomitar.


En el yo soy muy, uno acaba creyéndose que, efectivamente, es así, y no hace nada para descubrir cómo es de verdad, o mejor aún, quién es. Se pasa la vida aferrado al personaje que ya ha construido sin darse ninguna posibilidad de cambio y conocimiento personal. Por eso deberíamos dejar de intentar definirnos todo el rato, y de intentar definir a los demás, para así creer que los tenemos bajo control.


Y aquí funde el negro y un rótulo blanco reza: The end. Yo soy muy hábil cerrando columnas.



No hay comentarios:

Publicar un comentario