martes, 11 de marzo de 2014

Un fin de semana extraño


Desde el sábado no sé explicar exactamente cómo me siento. No encuentro el adjetivo necesario. En realidad, creo que no lo hay. Son demasiados matices los que pretendiendo darle, y para eso soy léxicamente insuficiente. Es como si fuese una actriz secundaria (o un extra) al que le han asignado un papel principal que le queda obviamente grande. Como Campanilla cuando se queda sin polvo de hadas y no sabe qué hacer. Como si se esperase de mi que corriese un maratón y no supiese ni estirar. Sé donde se han marcado las expectativas casi del mismo modo que sé lo difícil que es que las alcance.

Pero después de haber extraído todo el significado de los hechos que se han sucedido, me he dado cuenta de que no tengo ni idea de cómo actuar, de qué decir, de a quién debo prestar más atención, de cuándo omitir o desvelar, de dónde debería situarme. Tengo todas las cuestiones sobre la mesa. Pero no voy a sacar conclusiones. Las conclusiones vienen al final cuando termina todo, cuando es el fin, cuando no hay nada más que decir ni hacer. Y esto no es un final. Ni mucho menos. Otra cosa no tendré clara, pero quiero seguir frente con frente y codo con codo.


Y también quiero follarte la boca a besos, pero eso no te lo diré.

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