martes, 6 de mayo de 2014
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La vida baja todos los días el telón como si fuera una función de teatro. Saludas brevemente y te retiras con el gesto cansado hasta tu camerino. Te quitas la peluca y borras el maquillaje de la cara mientras el espejo te va diciendo lo rápido que cambias y lo cansado que estás. Una función diaria sin días libres, vacaciones o festivos, llega a cansar. Y se nota. Terminas de quitarte el traje de escena que asfixia como una segunda piel sin poros y entras corriendo a la ducha por ver si el agua se lleva el sudor, la piel, los restos de maquillaje y las ganas de vomitar que has acumulado este día que al final, es como los demás. Todos iguales. Ponte luego la ropa vieja sin que lo parezca y ata cuidadosamente los cordones de tu zapato izquierdo sin esperanza. Apaga la luz y cierra la puerta cuando salgas. Dedica una sonrisa y una mirada tierna al teatro desde el patio de butacas y avanza decidido hacia la puerta de salida un poco más arriba (todas las salidas están siempre un poco mas arriba). Y ahora cuenta hasta diez, no esperes que te den la entrada, traga saliva, trágate el miedo, respira profundamente y sal a la calle para que empiece la función.
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