domingo, 31 de marzo de 2013

Aurora


Esto que voy a contar no es más que un cuento. La pequeña Aurora creció leyendo novelas y cantando boleros. Y esperó, mientras crecía, el momento de sentir en carne propia alguna de aquellas historias. La canciones (si tú me dices ven me acostumbraré a todas esas cosas y por siempre llevaré sabor a ti) le enseñaron que el amor era uno, grande y eterno, y cuando aquel muchacho la miró en el baile un sábado por la tarde, no dudó en decir si y en jurar que le amaría siempre. No podía haber en el mundo otros ojos como aquellos, otro andar, otra voz. Creyendo que amaba como jamás nadie amó.

Aurora quiso unirse a aquel joven para siempre. Le juró amor eterno y, aunque nunca llegó a decírselo, juró también que daría su vida él si alguna vez ese sacrificio llegaba a parecerle necesario. Años más tarde Aurora supo que, por mucho que dure, el amor se acaba, y aunque el descubrimiento le dolió siguió creyendo que nunca jamás volvería a amar (solamente una vez se entrega el alma), resignándose así a la soledad y al abandono.

Claro que de todo eso hace ya mucho tiempo y el cuento que quiero contar tiene final feliz.

La joven Aurora, que ya no es tan joven mira hacia atrás y celebra que el amor no sea eterno. Ahora la tengo muy cerca con solo mirarla se lo que está pensando.

“Si aquella primera historia hubiera sido eterna, la joven que fui no se hubiera convertido en la mujer que soy, y la mujer que soy no hubiera podido conocer el verdadero amor. Cuando el me ha mirado esta mañana, he sabido que no puede haber en el mundo otros ojos, otro andar, otra voz....”

 


viernes, 29 de marzo de 2013

...


Alguien que cuando me ponga borracha me lleve a casa en brazos. Que me rompa las medias con la boca, y luego me compre otras. Que me haga el amor contra la pared y se meta conmigo en la bañera. Alguien que cosa disfraces a mis días malos y los convierta en buenos. Que no se enfade si no me entiende, si no me entiendo y lo mareo. Que me saque la lengua cuando me ponga tonta y me haga enmudecer. Que no de por hecho que siempre voy a estar ahí, pero que tampoco lo dude… Que no me haga sufrir porque sí, pero que no me venda amor eterno manoseado. Alguien que no pueda caminar conmigo por la calle sin cogerme de la mano. Que no me compre con regalos, pero que tenga mil detalles de papel. Alguien con el que me pase las horas charlando sin llegar al aburrimiento. Que no le guste verme llorar y me haga reír hasta cuando no tenga ganas. Que de vez en cuando decida perseguirme en los bares y conocerme otra vez.. Que me mire, lo mire, y me tiemblen las piernas sin remedio. Alguien que esté loco por mi, y que no me lo diga solo los días de resaca. Alguien que no me prometa futuros que me dará y sea el día de hoy lo más importante. Alguien que me eche de menos antes de haberme ido. Que si se pone animal, sea solo en la cama, y me mate a besos por la mañana. Que no se acostumbre a mí y no deje de inventar nombres nuevos para despertarme. Que si mira a otra, luego me guiñe un ojo, y se ría de mis celos de hojalata. Alguien que esté dispuesto a intentarlo. Pero sobre todo alguien que no tenga que perderme para darse cuenta de que me ha encontrado.

En definitiva...alguien que se parezca a mi, pero que no sea como yo...
 

viernes, 22 de marzo de 2013

Yo soy muy...


Generalmente, todos pensamos que poseemos varias virtudes que nos definen: somos buenas personas, somos inteligentes, somos muy sensibles y tenemos un gran sentido del humor. También pensamos que somos muy amigos de nuestros amigos (ya ves tú que mérito) o que somos muy fieles. También se llevan mucho los yo soy muy con las siguientes cualidades: yo soy muy sincero, yo soy muy fuerte, yo soy muy generoso, yo soy muy independiente, yo soy muy tolerante o yo soy muy alegre. Es más fácil contarle a los demás cómo nos gustaría ser, e intentar que nos crean, a dejarles libertad para conocernos y que saquen sus propias conclusiones. Sus conclusiones pueden estar igualmente equivocadas, pero, al menos, son las suyas y no las nuestras impuestas en otros.

Y, puestos a inventar un personaje, mejor diseñar a un buen protagonista. No vas a comenzar una conversación con un desconocido diciéndole: "ya te aviso de que soy muy mala persona, bastante egoísta y soberbia y carente de sentido del humor, pero hablemos de ti...." Y, bien pensado, lo que somos es grandes guionistas. Vamos perfeccionando nuestros personajes con los años e inventando la línea argumental que deseamos recorrer. Pero la diferencia entre ficción y realidad es que la ficción está bajo control y la realidad no. La realidad es imprevisible. Aparecen personajes secundarios (todos aquellos que no somos nosotros) que nos rompen los esquemas y trazan un nuevo rumbo sobre la trama principal. Y, por mucho que te hayas aprendido tu guión previamente, cuando esto sucede no te queda más remedio que improvisar.


La vida no tiene una sola dirección, tiene muchas. Quizá un sentido único, pero muchas direcciones. Y creo que construir minuciosamente nuestros personajes, y hacer campaña permanente, nos lleva a meternos en la rotonda más próxima y a no poder salir; a pasarnos la vida dando vueltas sobre nosotros mismos, dejando pasar la oportunidad de salir a la autopista y seguir adelante. Y una vez en ruta, tampoco será fácil. La vida no es una línea recta, no es una autopista señalizada y recién pavimentada por la que uno llega sin contratiempos a su destino. La vida es más bien una carretera llena de curvas y, según estés, puedes necesitar ir parando en cada esquina a vomitar.


En el yo soy muy, uno acaba creyéndose que, efectivamente, es así, y no hace nada para descubrir cómo es de verdad, o mejor aún, quién es. Se pasa la vida aferrado al personaje que ya ha construido sin darse ninguna posibilidad de cambio y conocimiento personal. Por eso deberíamos dejar de intentar definirnos todo el rato, y de intentar definir a los demás, para así creer que los tenemos bajo control.


Y aquí funde el negro y un rótulo blanco reza: The end. Yo soy muy hábil cerrando columnas.