jueves, 29 de mayo de 2014

Me gusta (V)


El cocido madrileño; los piropos; los músicos del metro de Barcelona; las ferias de los pueblos; mis amigos de La Línea; levantarme tarde; compartir lo que me gusta; la noche; Lisboa; reírme; Chet Baker; Audrey Hepburn; ver La Mancha desde el tren; no tener prisa; que me mimen; Tony de Mello; mi casa; los pasatiempos; Graham Greene; La insignia; San Sebastián con galerna; la gente; Lauren Bacall; charlar; el rock & roll de los 50; Les Luthiers; no tener expectativas; los caballeros de los de antes.


Me gusta (IV)


Pasarme la tarde en una librería de viejo; el sentido común; el gazpacho; meditar; Alberto Caeiro; nadar; mis amigos; el chocolate amargo; ir al mercado a hacer la compra y escuchar y oler y mirar sin prisas; aprender cosas nuevas; Sigourney Weaver; el parque del Retiro aquella mañana de noviembre; Francisco de Asís y sus muchachos, algunas canciones de Joaquín Sabina; el wing tsun; que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva (ma non troppo); traducir; Bola de Nieve; Envy me de Gucci; mirar el fuego en la chimenea; dormir la siesta sin prisas; mi hijo; ver cómo nieva; los días soleados de invierno; comprar regalos; cantar; querer; que me quieran.


Me gusta (III)


Que me cuenten historias; Dinah Shore; Eloy Tizón; que me quieran; Panillo; las personas que se salen de los caminos trillados y crean los suyos; leer hasta perder la noción del tiempo; caminar; ver amanecer sobre el mar intentando convencerme de que, en realidad, es la Tierra la que gira sobre sí misma; Grouxo Marx; Kate Hepburn; la Semana Santa en La Línea; estudiar; La Coruña; el sonido antiguo y como de cristal del clavecín; el olor a azahar; mimar a la gente a la que quiero; la playa en febrero; pasear; Frank Sinatra; mi perra; recibir cartas; escribirlas; los gatos; el violín; dormir sola; Dinah Washington; mi barrio.


Me gusta (II)


Amar; Madrid, sus calles; sentir curiosidad; las gymnopedies de Eric Satie; las comidas que hace mi madre; Mozart; que me quieran; los huevos fritos con patatas fritas; hacer reír; The big bang theory; Corelli; no esperar nada; los pasodobles; Dido y Eneas, de Purcell; las sorpresas; las sandías; patinar; charlar; Lost; las rumbitas de Los Manolos; Ángel González; reírme; la risa de mi hijo; dormir; estar con mis amigos; el café recién hecho; los puertos de mar y su olor a pescado; oír a la Banda Municipal un domingo de sol en el parque del Retiro, rodeada de viejecitos que tararean la música por lo bajini moviendo la cabeza al compás; escuchar; la esgrima; los coches de choque; los regalos.


Me gusta (I)


Me gusta… El Levante incluso cuando me hace daño en la piel de los brazos; quedarme sin voz hacia la madrugada; reírme; ver amanecer; que me quieran; bailar; Bach; estar con mis amigos; cocinar; Los Panchos; el canto del mirlo las madrugadas de febrero; el olor a churros de las verbenas; el género chico; mi jazminero; reírme; planchar; cantar Soy minero a grito pelado con los amigos en un karaoke; los cuentos de Julio Cortázar; escuchar a la gente; levantarme sin prisas y tomarme el café mientras recojo el correo; ese chotis que empieza: «Cuan-do ven-gas a Ma-drid, chu-la-pa mí-a, voy aha-cer-teem-peratriz de La-va-piés».




martes, 20 de mayo de 2014

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Quién no ha subido nunca a la cornisa de las cosas imposibles. Quién no ha palpado jamás el vacío de un por qué no. Quién no ha sentido el precipicio de las cosas que algún día juró no hacer. Quién no se ha visto en el espejo de un me da miedo, de un ya nos veremos, de un quédate hoy. Que levanten la mano y escondan la piedra. Que madruguen si les ayuda, que dios les pille confesaos. Estas letras miopes sobre líneas retorcidas quieren rendir mi humilde homenaje a todos aquellos que alguna vez se han dejado la piel por dejarse llevar, a todos los que mandaron su razón a la mierda y lo hicieron de todo corazón, a los que ya no encuentran porque se lo han buscado, a los que prefieren vivir de esta manera antes que irse muriendo de cualquier otra, a los que eligen desterrarse de toda estabilidad y exiliarse de cualquier cosa parecida a la comodidad. Hedonistas por encargo, suicidas a domicilio, inquietos por vocación. Un ole para todos y cada uno de ellos. Un aplauso de parte de cada uno de mis poros. A estos inadaptados emocionales sólo les mueve lo que realmente les mueve, sólo lo sienten si no se les hace sentir. Rechazan la continuidad como valor supremo y absoluto, absurda ley que postula que las cosas, con el tiempo, no hacen más que mejorar. enriquecerse y madurar. Y eso, para los que hacen negocio vendiéndonos un futuro mejor, resulta particularmente incómodo. Se enriquecen a base de endiñarnos un mañana muchísimo más prometedor que este ahora, el único que realmente nos pertenece. De ahí que haya que sedarnos con mentiras tan vendibles y eternas como sacrificio, esfuerzo, inversión, pensiones y vida eterna. El sudor de tu frente, el valor del contribuyente, porque tú lo vales. Toma, tú vete haciendo tus insignificantes planes para ser feliz el día de mañana, no se te vaya a ocurrir intentarlo a día de hoy, que eso no computa, no cotiza y lo que es peor, no renta.

Malos tiempos para ser incoherente, impulsivo, espontáneo. No es muy maduro eso de llevarse la contraria a uno mismo. No queda bien intuir en lugar de razonar. No parece inteligente tener corazonadas y sentir en consecuencia. Siempre aparece una Wendy Pan dispuesta a recordarte que igual Nunca Jamás valió la pena. Siempre hay una mirada condescendiente deseándote suerte.... otra vez. Pues mira, tú haz lo que quieras, pero yo me niego. Me niego a que conceptos como pasión, taquicardia y enamoramiento, estén mal vistos sólo por efímeros, transitorios o coyunturales. Me niego a creerme que los que renuncian a ellos y duran mucho tiempo son más felices, ríen más y sufren menos. Que tanto descalabro sentimental a nuestro alrededor igual es síntoma de que hay algo que no funciona. Que el que no engaña, está a punto de hacerlo, y el que no, es porque le da pereza, y que Barbie hace tanto tiempo ya que no lo hace con Ken que hasta se le olvida de fabricarse con vagina. Como alguien escribió alguna vez, cuando habla el corazón es de mala educación que la razón le contradiga. Y de muy mal gusto, añadiría.


lunes, 19 de mayo de 2014

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Se puede decir que es una chica de lo más normal, del montón diría yo, a la que le gusta pasar inadvertida por el mundo. La que mientras el mundo corre mas que sus propios pies, los suyos caminan descalzos para sentir el suelo que pisa. Se puede decir que es una chica que cree en el amor, en el bonito, el de verdad, porque siente que es la mejor poesía para hacer crecer los versos del corazón. Se puede decir que es una chica a la que le gusta mirar la lluvia, la que no utiliza paraguas porque prefiere sentir como esas pequeñas gotas salpican su piel y la que piensa que la vida es como una taza con leche, a la que puedes decorar con lo que mas te guste, si es con azúcar mucho mejor. Esta chica, odia las palabras disfrazadas de mentiras, la hipocresía, el egoísmo, la superficialidad, todo lo que hace que se ennegrezca el alma. Solo pide respeto, el mismo que ella da. Comprensión, la misma que ella ofrece. Para ella la sinceridad y la lealtad son su firma. Ha conocido el dolor de cerca, muy a pesar suyo, pero termina sacándoselo de debajo de las uñas. Le encanta escribir, no se cree escritora ni quiere serlo. Pero para ella es la mejor manera de desnudarse por completo, se quita las capas de piel como las cebollas y deja su interior al descubierto, mostrándoselo a un mundo ciego, pero no cesa en su empeño. Escribe casi siempre en tercera persona, aunque éste escrito lo comenzó con un yo, y acabara llevándolo a un ella. A día de hoy no sabe por qué de esa rara manía. Adora mirar su alrededor a través de su cámara y hacer pequeños recuerdos con un flash y sonreir por ello.

Se puede decir que es una chica que se entrega al 200%, que es feliz viendo como la gente que quiere también lo es. Que su mano la tiende para todo aquel que la necesite aunque terminen por cogerle el brazo entero y a veces hasta los pulmones haciendo que le quiten el aire y ella es de las que sacan la cabeza por la ventanilla del coche dejando que el aire la abraze en ese momento. Esta chica no entiende por qué el mundo que la rodea prefiere lo sucedáneo, lo efímero y rechazan lo auténtico, lo que realmente tiene su verdadero sabor. Por qué han resquebrajado la palabra confianza, por qué prefieren tener bajo sus cabezas un manto de mentiras y no de estrellas. Lleva en la sangre el romanticismo, le sale solo, es pasional, entregada y no concibe el sexo sin amor. Para ella va ligado como el cordón umbilical a la vida. Se puede decir que es una chica soñadora pero sus pies están bien anclados al mar, ese que tanto le llena y se nutre de su belleza. Adora los animales. Es una payasa, le encanta hacer reír, creo que también le sale solo, porque para ella es como un salvavidas, que puede con las tristezas, y una risa a tiempo es la mejor medicina. No podría vivir sin música, la acompaña día a día. Piensa que es otra manera de hacer poesía y llegar a algún que otro corazón, incluído el de ella misma. Tiene una pequeña cajita entre sus costillas, escondida donde guarda sus recuerdos. Dice que está prohibido sentir en voz baja. No le da miedo mostrarse tal y como es, no le asusta decir te quiero mirando a los ojos, porque aunque el amor le haya tratado a patadas, sigue creyendo en ese hijo de puta y confía en él. En que un día se acuerde de ella aunque sea solo un poquito. Porque esta chica no pide nada, solo que la quieran tal y como es y cuando vean quien hay detrás de sus ojos, se queden a su vera.

Se puede decir que es una chica de lo más normal, del montón diría yo, pero tiene tanto para dar al mundo…


miércoles, 14 de mayo de 2014

Una vez al año...


Una vez al año es necesario, yo diría que imprescindible, hacer limpieza general. Sacar las canciones del cajón, ordenarlas, tirar las que duelen e inventar otras con más hielo y menos gas. Cortar ropa y rematarla, tapar parches y soltar dobladillos, que las piernas nunca paran de crecer si andamos más de la cuenta. Abrir cajas, vaciar armarios, jugar a desmontar las estanterías y esconderse un rato debajo de la cama para saludar a las pelusas. Una vez al año es útil decir adiós sin soltar ni una sola lágrima, dejar recuerdos a golpes de sonrisa, con las ganas en el horizonte de las suelas de los zapatos. Es mejor hacerlo a principios de verano, porque el sol suaviza los traumas y entumece las nostalgias. Siempre es bueno, si duele, poder tirarse al mar a dejarlo escocer del todo. Es curioso como pasan los años y se siguen midiendo por cursos escolares, porque llegará septiembre y volverán los desórdenes a meterse en los bolsillos… Quizá habría que plantearse cambiar el calendario, que nosotros podamos decidir cuándo y dónde situamos los pequeños diluvios universales que joden los fines de semana y nos hacen agujeros en el corazón. Que para llorar ya están el invierno y la manta y el sofá y los domingos y la guerra en Oriente Medio. Que el verano y la limpieza general tienen que hacerse con risas y con el corazón apretado en la barriga, muy fuerte, para que una vez que todo esté manga por hombro de verdad, podamos salir de la habitación con la cabeza muy alta a que nos resbalen los cuarenta grados por las mejillas, justo por donde deberían ir las lágrimas.



lunes, 12 de mayo de 2014

El inmaduro sentimental


Es como un virus que se cuela en tu disco duro de las emociones y lo deja para el arrastre. Y lo peor es que no hay un Bill Gates que haya inventado un sistema eficaz para detectarlo. No provoca el respingo del feo, ni la náusea del machista, ni el aburrimiento del ególatra. Puede ser un tipo encantador, sin números rojos en el banco ni historial psiquiátrico en el Insalud.

De ésos que ayudan a las abuelitas a cruzar la calle en el semáforo, jamás se rascan la entrepierna, están al tanto de las subastas de Sotheby´s, y tienen sus propias ideas sobre la redistribución de la riqueza en el planeta. Cualquier incauta, tras el conocimiento de la pieza, no duda en gastarse la paga en una ampolla de litro de retinol, un curso intensivo de aeróbic, algo de lencería fina y un fondo de armario de urgencia a fin de cambiar su imagen tras una probable etapa de hibernación sentimental.

Pasadas unas cuantas etapas en las que todo parece perfecto, en las que la perspectiva de compartir algo más que el taxi derrite la simulada actitud de indiferencia de ella, zas, el impostor sentimental pone la primera banderilla sobre el lomo de la víctima. Un buen día el caballerete asegura que la llamará el fin de semana para comer en un pequeño restaurante italiano. Ella, emocionada, se instala el viernes noche con su mascarilla de pepino y su faja adelgazante en la butaca pegada al teléfono. Y ahí sigue durante la carta de ajuste que despide un alineante domingo televisivo, preguntándose si la culpa la tiene el nuevo tinte o el haber expresado que le chiflan los pestiños.

Le sigue alguna noche amor reparador, rematada con huida poscoito pretextando una jornada laboral infernal. Un “ te quiero, chata, pero mi vida es muy complicada”.
La pobre no sabe que el inmaduro sentimental ha empezado la retirada. La ominosa idea de entablar una relación en la que pueda acabar enjaulado en una adosado luciendo el chaleco de ganchillo tejido por su suegra le provoca oleadas de angustia, un pulso errático y la evidencia de que existen más mujeres ahí afuera. Deja puesto el contestador y listo. La damnificada puede llegar entonces a extremos de demencia transitoria: espiar su ventana detrás de un árbol convencida de que hay otra, llamar a su trabajo haciéndose pasar por Curro para preguntar con quién irá a Puerto Vallarta o someter a un interrogatorio a los testigos de su amor evanescente. En inútil. Si el pollo es acosado es probable que, aterrado, opte por encadenar una sarta de mentiras que ni el más avezado de los políticos la víspera de la jornada de reflexión.

Los hay que, a base de sadismo, dejan que sea ella quien tome las de Villadiego. Algunos prefieren seguir un método de deshabituación progresiva. Y otros se esfuman sin más. Sea como sea, espera que la mujer que les ama adopte el rol de madre, terapeuta o mejor amiga. Nunca el de amante.

Llegado a este extremo, en el que la cosmética y los trapos se han llevado el presupuesto anual, en el que el cerebro está hecho puré de tanto hacerlo girar sobre sí mismo, y el amor propio está para cogerlo con pinzas, hay que tomar una decisión. La más inteligente, según nueve de cada diez terapeutas encuestados, es dejarlo correr sin pensar ni un minuto en lo que podría haber sido y no fue. Tomárselo como si se hubiera pasado una temporadita con el gran Houdini. Fue él mismo quien pidió ser atado y una vez concedido el deseo, desapareció.



miércoles, 7 de mayo de 2014

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Alguien decidió cambiar la red de carreteras de mi pierna derecha y me entretengo siguiendo con el índice el nuevo trazado de mis venas mientras tú aúllas sin lágrimas al otro lado del cristal. Has usurpado mi puesto preferido, ya no soy la chica de los ojos secos porque dos pares de ojos no pueden mirarse fijamente, a menos que dos lloren y dos no. Así que ya sabes, te toca a ti el papel secante. Yo sigo aquí con los ojos húmedos mientras te extraño tanto tanto tanto que me duelen las arterias, y eso que me han perjurado que las arterias están intactas, que son las venas las que han cambiado su rumbo subcutáneo para que la sangre me llegue bien al corazón. Cualquiera diría que en este campo de batalla nadie pierde, pero a mí se me sigue acelerando el pulso cada vez que me miras, y tengo amagos de infarto cada cinco minutos desde que te conozco. Menos mal que he descubierto que me sujetas el corazón con las manos desde tu trinchera a trescientos kilómetros de mis ventanas. Menos mal que he aprendido a dibujar líneas telefónicas en los post-it amarillos, y pintarrajo nuestras dos vidas tendidas del hilo de la corriente, secándose a este sol intermitente de miércoles. Hoy me toca revisar los engranajes del sistema circulatorio de toda la región, pero te prometo que mañana te llevo a recorrer mis venas nuevas con la punta de la lengua. Te lo prometo.

martes, 6 de mayo de 2014

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La vida baja todos los días el telón como si fuera una función de teatro. Saludas brevemente y te retiras con el gesto cansado hasta tu camerino. Te quitas la peluca y borras el maquillaje de la cara mientras el espejo te va diciendo lo rápido que cambias y lo cansado que estás. Una función diaria sin días libres, vacaciones o festivos, llega a cansar. Y se nota. Terminas de quitarte el traje de escena que asfixia como una segunda piel sin poros y entras corriendo a la ducha por ver si el agua se lleva el sudor, la piel, los restos de maquillaje y las ganas de vomitar que has acumulado este día que al final, es como los demás. Todos iguales. Ponte luego la ropa vieja sin que lo parezca y ata cuidadosamente los cordones de tu zapato izquierdo sin esperanza. Apaga la luz y cierra la puerta cuando salgas. Dedica una sonrisa y una mirada tierna al teatro desde el patio de butacas y avanza decidido hacia la puerta de salida un poco más arriba (todas las salidas están siempre un poco mas arriba). Y ahora cuenta hasta diez, no esperes que te den la entrada, traga saliva, trágate el miedo, respira profundamente y sal a la calle para que empiece la función.


jueves, 1 de mayo de 2014

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-Está angustiado. Ha estado angustiado la mayor parte de su vida

- ¿Y tú lo puedes aliviar?

- Sí...

- Pues eso es lo único que te debe preocupar

- No...

- ¿Por qué no?

- Porque... es suya...

- ¿Suya?

- Su angustia. Suya. Él la creó

- No lo comprendo. No hay nada loable en estar angustiado, eso es puro masoquismo

- Hablo de pasión. ¿Sabes qué significa esa palabra? Sufrimiento. Cómo llegar a tu espíritu a través de tu sufrimiento. Autoelegido. Autoconstruido. Lo ha logrado. Ha creado su desesperada ceremonia sólo para encender una llama del éxtasis original entre los despojos sin espíritu que le rodean... Ha destruido para ello. Brutalmente. Y ha quedado destruido a su vez. Pero yo sé que ha conocido una pasión mayor que la que yo haya podido conocer en toda mi vida. Y te diré una cosa, le envidio

-No le creo

- ¿No te das cuenta? Me lo ha estado diciendo siempre con su fija mirada: por lo menos he galopado ¿Cuándo lo has hecho tú...?