sábado, 28 de septiembre de 2013

Pensamientos


Leo a Laura Esquivel y me viene la imagen de Tita derramando sus lágrimas en la comida y el color del mar se parece a los pétalos de rosas que era amor transformándose en pura pasión incendiaria. Recuerdo la película Lost in Translation y veo como la soledad de dos personas totalmente desconocidas les hace sentirse menos solos y yo, debería escribir un libro que se titulara; Que te folle un pez. También observo de reojo las letras verdes de la farmacia, allí en letrero luminoso se puede leer, la tormenta se debate en tus ojos y esto no es una óptica. Qué pena que el gran Mercury no siga vivo porque le pediría que escribiera una canción, una que hablara de; bajo la piel algo murió. O Tarantino, porque arrancaría algún brazo cuando se empuñe un Te Quiero. Y recuerdo que la luna está casi llena y que siempre la miraré y le guiñaré el ojo para que sepa que no tengo una mueca trágica. Y ahora que escribo, porque todos esos momentos son flashes que no me necesitan, miro hacia la calle, con esa iluminación cálida de las farolas, y veo mi rostro medio reflejado en la ventana y me digo que existo y soy todas esas cosas.




lunes, 23 de septiembre de 2013

Nat


El amor no está hecho para dos. Porque siempre hay uno que llega tarde mientras el otro quiere más. Por eso no puedes enamorarte Nat. Porque te harán más daño del que tú misma podrás hacerte jamás. Además, el amor es la peor droga que existe. Comienzas sin darte cuenta y, de repente un día, te levantas y ya está. Se acabó. Y ese día acaba tu mundo y comienza la pesadilla. Porque él se va y tú, tonta, te quedas con los sacos llenos de amor roto. ¿Y qué vas a hacer? ¿Tirarlos? Pues no. Los guardas en una despensa, pensando que quizá un día él aparecerá por la puerta y lo necesitareis. Pero eso, Nat, sólo pasa en la películas. Porque yo esperé. Yo lo esperé toda la vida. Y cuando por fin nos encontramos, ¿sabes que pasó? Pues que él ya no podía querer.




martes, 10 de septiembre de 2013

La herida


Tengo la piel de buena calidad. No recuerdo haber sangrado mucho. Ni de niña. Todas las heridas cierran sin dar lugar a una cura. Y aunque aquélla era una herida grande, de bordes desiguales, cerró tan pronto como las otras. No hubo cura previa.

Se fueron posando bajo la piel miserias y daños. Al mínimo roce, brotaba la sangre sucia. Y volvía a cerrar. Y volvía a abrirse. Y se acumulaba más y más podredumbre. Llegó a dañar tanto el tejido que la rodeaba, que dejé de reconocerlo.

La ignoré, primero. Intenté adormecer el dolor, más tarde. Y por fin, en un arrebato de valentía nada característico en mí, decidí atajar aquello. Muerta de miedo, bisturí en mano, la abrí de un corte limpio. Y empezó a salir todo lo que se había acumulado a lo largo del tiempo. Dolía el brotar de la sangre. Pero también liberaba de la presión. Y, pese al miedo, no permití que cerrara. La limpié con sal, prometí cuidarla, la llené de besos.

Luego el tiempo y los cuidados fueron haciendo su labor. La piel se volvió a unir sobre lo que, ahora sí, era carne sana.

Ahora, cuando paso la yema del dedo por la cicatriz, aún tierna pero firme, recuerdo el dolor, las curas. Pero, más que nada, recuerdo el miedo a que nunca pudiera cerrarse.




domingo, 8 de septiembre de 2013

Romeo y Julieta


Quizá debería dejarlo. Quizá debería dejar de pensar de una vez por todas. No sé; hacerme bióloga y reflexionar sobre la reproducción de los cangrejos congoleños en un entorno hostil, las Galápagos por ejemplo. Dedicarme a algo que mantenga a mi cabeza alejada del hombre. No pensar más en absolutamente nada relacionado con el hombre. ¿Alguna vez han pensado la cantidad de tiempo real que los personajes de una historia de amor se pasan sufriendo? Cojan cualquiera. Cualquier relato de amor de la Historia (si les queda algo de sentido en su cabeza asegúrense primero de que tenga un final feliz para así, al menos, ser capaz de dormir esa noche). Cojan cualquier historia de amor y comprendan la cantidad de sufrimiento que desprenden los protagonistas. Hay un final feliz, por supuesto (siempre que hayan seguido mi consejo y todo esa tortura no sea más que el preludio de la muerte). La pregunta es: ¿cuánto dura ese final feliz? Y repito: ¡No lo lean!, pero pongamos por ejemplo la tragedia de Romeo y Julieta. "¡La mejor historia de amor!", según argumentan algunos. Una trágica historia de amor que es capaz de reflexionar sobre todas las pasiones humanas. Vamos a jugar un poco; cambiémosle el final. Supongamos que Romeo no es gilipollas y espera un poco antes de beberse lo que supongo sería una densa y refrescante copa de... pongamos arsénico.


Estupendo; una historia de amor que acaba bien. ¿Luego qué? Morir de amor es más fácil. ¿No tendrían peleas? Se casarían; perfecto. Pero sin su muerte los suegros de ambos seguirían odiándose a muerte. ¿Cómo serían esas cenas de Navidad? ¿Cedería Julieta yendo a casa de los Montesco y aguantaría todas sus bromas? ¿Cuánta presión creéis que ambos enamorados aguantarían antes de plantarse en el primer juzgado que encontraran por el camino y estrenar la popular tradición del divorcio? ¿Y si Romeo, además de tenerla increíblemente pequeña, era eyaculador precoz? En un par de semanas Julieta saldría sonriendo del palacio de Paris mientras Romeo, aparte de no follar, se ve asediado por las facturas que le debe al pintor que dibujo el fresco que adorna el techo de su dormitorio.

Pero Romeo y Julieta me dan igual. Las historias de amor son fáciles porque se acaban cuando el autor quiere acabarlas. Lo que no cambia es que en todas ellas los protagonistas agonizan durante cada página esperando llegar a ese final ficticio en el que toda su vida será un triunfal paseo de rosas sobre el resto de la Humanidad. Me recuerda a esos terroristas suicidas que sacrifican su vida con la fe de que les abrirá las puertas del paraíso de cien vírgenes que alguien les prometió. Hasta ese punto hemos llegado. Nosotros, los hombres, hemos llegado a elevar nuestras torturas a la razón última de nuestra existencia.

"El recuerdo de sus gemidos y el sabor de sus pies en mi boca es suficiente para que siga dándole una oportunidad al amor", debió alguien decirme alguna vez. "Me parece genial; pero ese recuerdo de lo que tú llamas amor no es más que sufrimiento continuo. Recordar algo más agradable que tu situación actual es empeñarse en sufrir". Si tuviera ese punto de ingenio ésta hubiera sido mi contestación a ese comentario imaginario.


-Romeo y Julieta. Ni idea.-