lunes, 30 de noviembre de 2009

Epílogo

Es muy pronto por la mañana. Salgo al calle. Viento loco. Las olas salpican el malecón, los árboles se bambolean, el pelo se mete en la boca. Voy camino de un café con leche y dos periódicos desafiando toda lógica que aconseja coger coche o quedarse en casa hasta que amaine. No importa. Tengo ganas de oler a sal, de dejarme empujar con el aire. Y de pronto le vi. Mejor dicho supe que era él, subiendo a un coche y arrancando en dirección a mí.

Aparté el pelo de la cara. Me lo volví a poner. ¿Me escondo detrás de ese camión aparcado?. Dejé que el pelo tapara mi cara. Pasó a metro y medio. Diría que me ha visto. Diría que su coche también titubeó. ¿Giro a la derecha? ¿le hablo?. Por un momento, su coche fue a paso de hombre que quiere pararse y mis pulmones contuvieron mi aliento. Pero mis piernas siguieron dirigidas por el viento, llevándome lejos, y sus ruedas aceleraron mi fuga en su recuerdo.

¿Y que?. Que a veces te encuentras con alguien sin quien un día pensastes morirías y ahora es justo un fugaz titubeo, ¿me paro? ¿no me paro? Y cuando percibes que sigues caminando como si tal cosa en sentido contrario, alguna cosa allí dentro te dice que una vida es muchas vidas sucesivas, un libro de cuentos con prólogos y epílogos y páginas perdidas, tal vez gastadas a fuerza de releídas que los enamoramientos son volubles, frágiles, falsos, circunstanciales, que aquel “para siempre” se lo llevó el viento, y que el olvido es una nueva vida. Dicho cual: ¿Por qué cuesta tanto borrarlo...todo?

domingo, 29 de noviembre de 2009

El poder de elegir

"Yo estaba encerrada en una concha
Creía que era incapaz de cambiar mi vida.
Luego.
Encontré.
La profundidad del mar,
la belleza del cielo,la libertad de los pájaros,
la fuerza del viento,
la ligereza de las nubes,
la luz del sol.
Y he sentido que todo eso era yo.
Yo era profunda como el mar,
bella como el cielo,
libre como los pájaros,
potente como el viento,
ligera como las nubes,
luminosa como el sol.
Y entonces he elegido volver a ser lo que era."



(El poder de elegir - Annie Marquier)

viernes, 27 de noviembre de 2009

El vampiro desdentado

Imagínate que en una noche oscura, misteriosa, llena de pasión, nuestros caminos se encuentran por capricho del azar. Imagínate que yo me acercase a ti, notarías que soy un hombre atractivo, joven y con buen gusto. Imagínate que después de un pequeño examen mutuo decides conversar conmigo, notarías que soy un hombre culto, educado, inteligente, cortés y galante. Imagínate que te gusta lo que ves, lo que oyes y lo que sientes; en ese supuesto iríamos a algún lugar alejado del bullicio de donde nos encontrásemos, iríamos a tu casa.

Allí, me invitarías a una copa; seguiríamos conversando. Notarías como si leyese tus pensamientos. Tu confianza en mí se reafirmaría aún más de lo que ya se había reafirmado.

Nuestros rostros se acercarían poco a poco, mientras nuestros labios dejan escapar esas confesiones que jamás hubiésemos contado a nadie incluidos los amigos más íntimos. Es entonces, en ese momento en que nuestras mentes se funden cuando te besaría con pasión, pero con delicadeza y dulzura. Comenzaría por tus labios, saboreándolos, poco a poco, mordiéndolos con deseo, pero sin lastimarte, mientras mis manos acariciarían tu cabello y se irían deslizando poco a poco hasta llegar a tu muslo. Tu corazón se aceleraría y sentirías que no puedes parar que querrías, pero que no puedes porque por algo soy el mejor amante del mundo.

Luego besaría todo el camino que hay entre tu boca y tus ojos, con suavidad, despacio para que tu excitación fuese en aumento, y tú desearías más y más. No harías nada para detenerme.

Estarías libre de hacerme parar, pero no lo harías, tu deseo sería tal que no podrías y tampoco querrías. En cuestión de segundos te darías cuenta de que había desabrochado tu blusa, dejando al descubierto tus preciosos senos, perfectamente redondos, suaves, unos senos que saborearía con mi lengua, aspirando con mucho cuidado tus pezones con mi boca, mientras la tuya se entreabría para dejar escapar un pequeño gemido de placer. Mis manos sustituirían a mis labios, contorneándolos cuidadosamente, realzando la erección de tus pezones.

Mientras tanto mis labios se habrían detenido en tu sonrisa. Tus gemidos irían en aumento, más y más, apenas podrías moverte, no porque te estuviese aprisionando de alguna manera, no; si no porque no podrías debido al intenso placer.

Después volvería a besarte por todas partes hasta encontrar tu cuello, el cual chuparía sin prisa. Inclinarías la cabeza hacia un lado para dejar al descubierto un esbelto cuello, recto, perfecto. Me entretendría allí bastante tiempo, saboreando cada centímetro de tu piel en ese lugar tan perfecto de la anatomía femenina. A cada chupada, la sangre se iría acumulando más y más, hasta empezar a hacerse visible un pequeño cardenal que me excitaría aún más... y a ti también.

Tu cuerpo se iría moviendo al ritmo de mis chupadas, mientras mis manos han ido haciendo todo el recorrido habido y por haber por tu cuerpo semidesnudo, encontrando cada orificio, introduciéndose en él. Tu corazón no dejaría de latir en ningún momento, es más se aceleraría como jamás se había acelerado nunca, bombeando sangre más rápidamente. Mientras tanto tu mente se nublaría por el placer, todos tus pensamientos se desvanecerían mientras de tu boca sólo podrían salir gemidos de éxtasis. Cuando estuvieses a punto de estallar en ese éxtasis total, mis labios aún en tu cuello se abrirían para dar paso a mis dientes perfectos e inmaculados, entonces sería el momento oportuno para que dejase relucir al verdadero yo que llevo dentro.

Mis incisivos se clavarían en esa maravillosa línea que es tu vena que no es recta, pero sí perfecta. Es entonces, con el destello de tu orgasmo cuando empezaría a absorber tu vida, tu sangre, mientras tus gemidos de placer aumentan, hasta convertirse en gritos de horror al darte cuenta de que tu pecho está manchado de tu sangre y mi boca llena de ella. Sólo entonces lo comprenderías, entenderías por qué tanto interés, pero aún así, en cierto modo, te excitarías aún más. La adrenalina de tu deseo y del terror se fundirían aún más, mientras mi gozo aumenta y mi sed se calma. Temerías por tu vida, pero no te mataría. Te la iría absorbiendo poco a poco, pues no hay mayor placer que absorber a otra persona, aunque en este caso sería casi literalmente. No absorbería tu cuerpo, pero sí tu vida.

Todo esto sería perfecto, ¿verdad? Si no fuera porque no tengo los incisivos necesarios para poder chuparte la vida.

Tengo todo lo que puede tener un vampiro. Una vida longeva, eterna; encanto; magia; atractivo; cultura; inteligencia; refinamiento; como lo diría la juventud de hoy en día "morbo". Sin embargo sólo me falta una cosa... colmillos. Debo reconocerlo... soy un vampiro desdentado.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Mira a tu alrededor y observa. Tus amigos, tus compañeros de trabajo, aquella vecina... ¿Todo tan normal, ¿o no tan normal? Un poco más de abstracción de la realidad. ¿ Son quienes creen ser, o no son lo que parecen? ¿Viven según hablan o explican a los demás cómo quisieran vivir? ¿Cuántas personalidades esconden? ¿Te has fijado que mienten patológicamente aún sin necesitarlo?

El diagnóstico no es de esquizofrenia, pero puede que nos encontremos ante la hipocresía galopante que nos invade a todos bajo la serena máscara de la discreción. A veces, nos entretenemos en buscar razones a las conductas más o menos excéntricas y no astibamos a analizar con pausa nuestras actitudes, juicios o discursos. Nos cuesta entender que un hombre gaste sus noches, que creíamos colmadas de ternura, con mujeres que venden cuerpos y sonrisas entre copas de alquiler, y que después sea capaz de hablar de sentimientos recorriendo la geografía de su amada. No juzgo, sólo me cuesta entender. Tampoco comprendo a los que se llenan la boca de ideales y después aparcan las teorías de solidaridad como quien guarda el traje de dos temporadas que sabe jamás volverá a utilizar. Eso sí, en caja de cartón reciclado, con tapas de colores y repletos de bolas olorosas que el tiempo gasta en soledad. Y sonreímos. O por qué la revelación de la preferencia sexual de tal o cual famosa continúa llenando páginas de diarios y revistas, que polemizan sobre algo que carece de explicación, que por encima de declaraciones de principios de lesbianas y de homosexuales las personas son libres, no héroes o heroínas de lo oculto. A poco que profundices en la superficie, emerge victoriosa esa apolillada doble moral que encasilla a las ninfas en la categoría de patología. Los arquetipos se mezclan en un cóctel donde biología, deseo, conductivismo y promiscuidad producen una pócima difícil de digerir por una sociedad tan adicta a lo políticamente correcto.

Hay quien pasa por la vida de puntillas y hay quien se tira a pelo en la piscina. Pero por muchas razones que esgriman los carceleros de la moral, todos merecemos un poco de respeto. Incluso los que en el juego de la doble vida encuentran su esencia. Discutible, pero esencia.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Te voy a decir cuatro cosas

George Herbert escribió que quién no es guapo a los veinte años, ni fuerte a los treinta, ni rico a los cuarenta, ni sabio a los cincuenta, nunca será guapo, fuerte, rico o sabio.

Lo decía allá por el siglo XVII, antes de la institucionalización del cinismo como virtud de intelectuales, y por eso la frase adquiere aún mayor peso. Lo que hubiese podido ser una “boutade” más de Oscar Wilde, en Herbert es casi un dogma, un pensamiento que parece esculpido en roca para enseñarlo en las más elitistas universidades del mundo en estos años de principios del siglo XXI.

Vivimos tan deprisa que no nos queda tiempo para especular con la idea de que la renuncia forma parte de la vida, que no es posible, ni obligatorio, tenerlo todo. A toda prisa, a los veinte queremos ser ricos y a los cincuenta seguir siendo guapos. Ser sabio importa menos, y la fortaleza se identifica con poder, se confunde fuerza con capacidad de decisión. Guapo, fuerte, rico, sabio…. Sólo falta añadir inmortal.

Pero, ¿qué es ser guapo, en qué consiste ser fuerte, cuál es la medida de la riqueza y para qué sirve la sabiduría? Y, además, ¿qué importancia tiene todo ello si de sobra es sabido que la mayoría de los sueños no se cumplen, se roncan?

Ser guapo es una apreciación ajena, tan subjetiva que es imposible definir por nosotros mismos . Cuerpos de diseño, encanto y belleza son conceptos temporales que varían con las épocas y con cada espectador, de tal manera que a unos les parecemos guapos (a las madres casi siempre) y a otros no, sin que se pueda establecer razones ni para lo uno ni para lo contrario. Y ello sin mencionar el hecho de que muchos son quienes mejoran con la edad y pasan de muchachos anodinos a maduros atractivos y de jovencitas insípidas a mujeres de bandera.

La fortaleza sólo tiene valor en la medida que se identifique con la salud porque los músculos son agua cristalizada que se destila a fuerza de pereza. Desde que se inventó la pólvora se niveló la fuerza, decía mi abuelo porque no entendía bien los avances de la tecnología. Ahora habría que decir que desde que se inventó la informática la fuerza está en las autopistas de la información por las que circulan los datos necesarios para acallar al más sobrado. Los gimnasios se llenan de cuerpos musculosos mientras en los despachos se llenan los discos duros de información inteligente. No hay que darle más vueltas: a cierta edad, la cuestión no es mantenerse fuerte ni siquiera sano; se trata tan solo de escoger una enfermedad que sea agradable de quien la tenga que sufrir.

Por no hablar de la riqueza. No sé qué es ser rico. Seguramente tendrá que ver con aquello de que no es más rico quien más tiene sino quien menos necesita. Cada cual tiene su opinión al respecto, uno o mil millones, agua para la sed o caviar para el desayuno; pero en general podría aceptarse como válida la afirmación de que se es rico cuando se dispone de lo suficiente como para que el dinero deje de tener importancia, se deje de pensar en él. En todo caso, el dinero no da la felicidad, se limita a aplacar los nervios y ayuda a mantener la salud y a disimular imperfecciones. Pero hay que tener mucho cuidado con él: si la ambición se convierte en enfermedad, lo que resulta bastante frecuente, no sólo es malo para la salud sino que se avejenta, debilita y resalta la escasez de sabiduría. En un mundo tenso y exigente, competitivo, un poco de filosofía oriental no viene del todo mal.

Ser sabio, por último, no es cuestión de edad, sino de experiencia. Aprender a vivir sin preocuparse por ser guapo, fuerte, rico o sabio, es la única receta frente a un universo de consignas e imposiciones que pretenden apresarnos entre la angustia del tiempo y el estrés de la convivencia, como si lo importante fuese agradar a los demás en lugar de estar a gusto con nosotros mismos.

Herbert era un cínico que se adelantó cuatro siglos; pero de los adelantados, como de los listillos, lo mejor es escapar para sentirnos libres de mostrarnos tal cual somos, que tampoco es mucho, para qué engañarnos. Pero si nos gustamos, ¿qué importa nada? Que no tengamos que darle la razón a Margaret Millar cuando escribió que la vida es algo que sucede mientras hacemos otros planes.

sábado, 21 de noviembre de 2009

En busca de uno mismo

Hoy en día, para ser alguien se deben exhibir las cosas muy personales como pruebas de la magnífica distancia entre uno y la multitud. El importante se distingue del que no lo es, entre otras cosas porque las cosas muy personales le sientan mucho mejor. No me compare usted al hortera de su vecino dedicándose el fin de semana al bricolage con Harrison Ford entregado a la carpintería. Por favor. Lo de Harrison es algo espiritual, lo de su vecino no tiene nombre.
Tampoco son iguales esas rachas de incomunicación que tiene su marido frente al televisor que las que pueda sufrir un escritor. Su marido no piensa, se aliena. En cambio, el escritor... El escritor piensa en su obra y si lo hace delante del televisor es para disimular o por humildad, para ser uno más.

Todo esto viene a raíz de que me encargaran muy amablemente algo muy personal. La verdad, me halaga. Llevo años ensayando este momento. Empecé a bucear en mi interior para hallar algo verdaderamente personal, alguna extravagancia mía, una extravagancia de mujer creadora, de esas que uno pondría en un diario íntimo con vistas a después de la muerte. Me encontré el mismo problema con el que me tropezado cada vez que he querido llevar ese diario: ¿qué es lo que distingue mi vida de la del resto? Yo siempre pensé que eso de las vidas peculiares, con aficiones de por vida y recuerdos de mucho glamour, era cosa de los ingleses, que son muy constantes para sus casas y hobbies, o de los franceses, que saben que no hay nada mejor que tener dentro un francés. Ahora, esa moda ha llegado e España, todo el mundo quiere ser uno mismo. Yo no tengo paciencia para tener aficiones, ni para tener manías, ni para ser fascinante. No puedo escribir un diario inmortal. Ahora creo que los escritores tienen personalidades tan arrolladoras que empiezan a publicar sus diarios inmortales desde los treinta años. Qué suerte. Yo sólo me encuentro a mí misma cuando me reflejo en los espejos de un bar. Ahí estoy, detrás de la barra, y la verdad, me parezco tanto a los desconocidos que están a mi lado que hace tiempo decidí escribir sobre personajes inventados. A ver si logro encontrar a alguien dentro de mí que sea realmente distinto. Preferiría, claro, que no se tratara de Alien.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Sólo los milagros nacen en el corazón

Se había pasado la vida dejándose llevar por los sentimientos, disfrutando sin tregua de sus instintos, entregándose a todo lo que se le ofrecía con la alegría de quien ama y se ama. Cada mañana, cuando se miraba al espejo, se complacía ante lo que veía y se perdonaba cualquier error. Nunca se cuestionaba sus actos ni las consecuencias y su autoindulgencia era tal que estaba convencido de que su destino era regido por la magia de las estrellas. Cuando algo no le convenía, lo apartaba sin pensárselo dos veces, con la frialdad del que maneja y no se deja controlar. Su libertad no sabía de escrúpulos y solía decirse que la vida había que cogerla como venía. Seguro de sí mismo, invulnerable y fuerte, se rodeaba de gente de adulación fácil, y aunque él no lo sabía, la soledad se le había apoderado sigilosamente y deambula en la cima sin haber aprendido el verbo compartir.

Ella había hecho de su existencia una especie de baúl de siete llaves, aún sabiendo que éste podía convertirse en caja de Pandora. Sus verdaderos sentimientos andaban parapetados en risas y sus deseos en una discreción contenida donde no existía lugar para el placer. En el fondo escondía un hervidero de fantasías esperando el resorte que las construyera en realidad, pero ésta sólo se adivinaba monótona y repetida. No acababa de romper la crisálida y en su desesperación volvía a encerrarse en lo onírico. Muchos habían intentado despojarla de los misterios, pero nunca ella lo había permitido esperando siempre tiempos mejores. Un día, el destino quiso que su química y física se fusionaran y que ambos derrocharan sentimientos. El intuyó sus ganas de vivir y le trazó caminos de deseos e inquietudes. Ella se permitió descubrirle sensibilidades y así el aprendió a hablar de amor. Ambos creyeron que...

A estas alturas del relato, seguramente pensarás que hablando de sentimientos esta historia debe tener un final romántico. Pues no fue así. En algunas ocasiones la felicidad desborda y no sabemos asimilarla.

Después de los fuegos artificiales, ambos se perdieron en la sinrazón. El se asustó tanto de sus deseos que pensó equivocadamente que perdía su libertad, y huyó en silencio, sin explicaciones. Ella no entendió que alguien no cumpliera sus palabras, dudó de su sinceridad y la convirtió en cantos de sirena. Se refugió en la indiferencia y jamás volvieron a saber el uno del otro.

Con el tiempo intentaron comprender y perdonar sus debilidades, pero mientras tanto lloraron lágrimas del alma. El por lo que hubiera podido ser; ella por lo que no fue. Y en la impotencia solitaria que les acompañó hasta el resto de sus días supieron que sólo los milagros nacen en el corazón.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Ya que el deber tiránico me exige Que yo te oculte mis tristezas íntimas, Para poder hablarte y conmoverte Voy a escribir a espaldas de mí misma.

Este fragmento de soneto pertenece a Juana Borrero, poetisa cubana nacida el 18 de mayo de 1877 en La Habana, y fallecida, antes de cumplir los 19 años, el 9 de marzo de 1896, en el exilio de Tampa. Su paso por el mundo fue corto, pero profundo. Su padre, Esteban Borrero era el director de uno de los periódicos más importantes de la época "La Habana Elegante". Los Borrero eran una familia de renombre en Puentes Grandes, en la ciudad de Extramuros. Juana comienza a componer sus primeros poemas, a los cuales ella tituló "Rimas y versos infantiles", a la edad de 7 años. A los 13 envía, de forma anónima, un poema cargado erotismo al periódico de su padre. La gente queda conmocionada y muchos se preguntan escandalizados a qué apasionada mujer esconderá el seudónimo, sin sospechar que se trataba, nada más y nada menos de una niña en el paso hacía la pubertad. La casa de la familia Borrero reunía en tertulias a la crema y a la nata de la intelectualidad cubana. Una noche aparece un nuevo visitante, otro poeta refinado, Julián del Casal. Nuestra poetisa, a los 13 años, queda firmemente enamorada de este hombre mayor que ella. El poeta se da cuenta de la fascinación peligrosa que ejerce sobre la muchacha, intenta explicar su desamor. El es homosexual, ella se arma de un puñal y apunta hacía los testículos del hombre. Finalmente baja los brazos, cede al imposible, y se marcha cabizbaja. Ella pasará noches en vela, a un instante de morir de desamor, escribiendo y escribiendo madrugadas interminables.

Al tiempo conocerá a su prometido, otro poeta, Carlos Pío Urbach, quien será asesinado en el campo de batalla, durante la guerra de la independencia.

No por gusto elegí a esta apenas conocida figura de la literatura cubana. Intensa, lúcida, apasionadísima Juana Borrero no abandonó la escritura ni un solo día de su poca existencia.

Fijemos que interesante verso: Voy a escribir a espaldas de mi misma. Es decir, a pesar de si, de su condición, de ese deber tiránico que exige, el cual impide poder hablar para conmover al otro, al amado. O simplemente a ese otro en sentido general que no es capaz de apreciar, debido a la condición femenina, su don de saber nombrar las cosas con la pluma reventándosele de ternura, de confidencias, de tristezas, de odios, maldiciones y erotismo. Al final afirma que ha escrito un relato, y suplica al amante que lo guarde, y ha debido hacérselo ella misma, puesto que no se ha visto retratada en los ojos oscuros de los de él. Es decir, ya que ninguno, en masculino, ha sabido contarle lo que ella desearía contar sobre sí misma. Al leer este poema, interpreté que la poetisa quiso reivindicar el derecho a contar su universo, por necesidad sentimental y reafirmación profesional.

Soy de la opinión de que la literatura no tiene sexo a la hora de las valoraciones. La literatura no debiera clasificarse en masculina ni femenina. La literatura es buena o mala. Lo cual no impidió a Gustave Flaubert escribir Madame Bovary, y de otra parte Marguerite Yourcenar construir las tramas de dos de las novelas mas grandes del siglo pasado Memorias de Adriano y Alexis o el tratado del inútil combate. Mucho se habla del invento comercial de la literatura escrita por mujeres.

Aplaudo ese invento pues siempre ha habido mujeres lectoras y escritoras. No es que haya un boom de la literatura femenina es que hay un boom de la buena literatura, prueba de que los libros profundos continúan imponiéndose por su belleza y su osadía. Sucede que la literatura asume con entera libertad tópicos inesperados, puja cuerpos multicéfalos, ¿De qué nos extrañamos al haber acabado un siglo seducido por lo monstruoso? No puedo negar que me sorprende cada vez que debo enfrentar la pregunta inevitable: ¿ Seguirá usted escribiendo sobre mujeres y sexo? ¿ Es que a Flaubert le habrán jodido con lo mismo? Lo dudo. Nadie preguntara a los novelistas hombres si seguirán escribiendo sobres hombres y sexo, nadie les cuestionara el erotismo impregnado muchas veces de violencia barata y de despotismo.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

No te fies...

-Sí- asentí al fin, decepcionada a medias por su reacción, y a medias sostenida por la sospecha de que no era sincera-. Es difícil de explicar, pero yo creo que, en realidad, ha sido la única experiencia religiosa de mi vida. Si hubieras sido un cura, me habría convertido a tu fe, si hubieras sido un guerrillero, habría cogido un fusil, si hubieras sido mujer, habría aceptado que soy homosexual, si hubieras sido un extraterrestre, te habría seguido hasta tu planeta… Como eras tú-abrí por fin los ojos, y le miré-, me enamoré de ti.

martes, 17 de noviembre de 2009

¿Imposible o Improbable?

La Real Academia define la palabra IMPOSIBLE como algo que no tiene facultad ni medios para llegar a se o suceder. Y define IMPROBABLE como algo verosímil, que no se funda en una razón prudente.

Puestos a escoger, a mí me gusta más la improbabilidad que la imposibilidad, como a todo el mundo, supongo.

La improbabilidad duele menos, y deja un resquicio a la esperanza, a la épica.

Que David ganara a Goliat era improbable, pero sucedió, un afroamericano habitando la Casa Blanca era improbable, pero sucedió.

El amor, las relaciones, los sentimientos no se fundan en una razón prudente. Por eso no me gusta hablar de amores imposibles, sino de amores improbables. Porque lo improbable es por definición probable, lo que es casi seguro que no pase, puede pasar. Y mientras haya una posibilidad, media posibilidad entre mil millones de que pase, vale la pena intentarlo.