martes, 25 de diciembre de 2012
En este momneto...
En este momento, en el amor, todos tenemos una cierta tendencia a la calderilla. El hombre es difícil que se disponga a vivir una gran historia de amor. Las grandes amantes son siempre mujeres. Parece que el alma de los hombres está dividida en compartimientos estancos. Ellos dedican un trocito del alma a la profesión, un trocito a los amigos, otro al amor. La mujer es capaz de abrir las puertas de su casa y dejar entrar la pasión, que la deslumbre, atosigue que la lleve y que la traiga que la eleve al séptimo cielo y luego la hunda en el séptimo infierno. Las mujeres dicen que somos más sensibles para la felicidad, pero también para la tristeza. Así son las cosas, mucho ojo con nuestra inteligencia emocional, sino queremos terminar siendo las protagonistas de un culebrón sentimental, típico de telenovela.
Dicen que es muy difícil saber cuándo se siente amor por una persona. Y para evitar confusiones proponen que no se use la palabra amor sino querer. Te quiero ¿para qué? ¿para viajar juntos? ¿para ir al cine? ¿para cenar en el restaurante de moda? ¿para reírnos de las mismas cosas?, o ¿para compartir toda una vida contigo?. Hay tantos tipos de amor como ganas de hacer cosas con la otra persona. Tal las cosas, la verdad que más que una declaración de amor lo que hay que exigir es una declaración de ganas y es que la palabra amor se ha vuelto equívoca. Lo mismo vale para un barrido que para un fregado.
Hay una nutrida serie de sentimientos a los que etiquetamos con ese término. Por ello a menudo nos entregamos alegremente suicidas en los brazos del azar y de las intermitencias cardiacas, eso que ahora llaman química del amor, manos sudorosas, palpitaciones, nervios... sin duda es una expresión acertada. Cuando estamos enamorados se provoca en nuestra mente una cascada de reacciones emocionales: hay electricidad (descargas neuronales) y hay química (hormonas y otras sustancias que participan). Ellas son las que hacen que una pasión amorosa descontrole nuestra vida y ellas son las que explican buena parte de los signos del enamoramiento: somos capaces de cometer locuras, pueden dejar fuera de combate a nuestra lucidez mental y paralizar nuestro cerebro, pero.... se es tan feliz...
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