En este momento, en el amor, todos tenemos una tendencia a la calderilla. El hombre es difícil que se disponga a vivir una gran historia de amor. Las grandes historias de amor son siempre mujeres. Parece que el alma de los hombres está dividida en compartimientos estancos. Ellos dedican un trocito del alma a la profesión, un trocito a los amigos, otro al amor. La mujer es capaz de abrir las puertas de su casa y dejar entrar la pasión, que la deslumbre, atosigue que la lleve y la traiga que la eleve al séptimo cielo y luego la hunda en el séptimo infierno. Las mujeres dicen que somos más sensibles para la felicidad, pero también para la tristeza. Así son las cosas, mucho ojo con nuestra inteligencia emocional, sino queremos terminar siendo las protagonistas de un culebrón sentimental típico de telenovela.
Dicen que es muy difícil saber cuando se siente amor por una persona. Y ara evitar confusiones proponen que no se utilice la palabra amor sino querer. Te quiero ¿para qué? ¿para viajar juntos? ¿para ir al cine? ¿para comer en el restaurante de moda? ¿para reírnos de las misma cosas?, o ¿para compartir una vida juntos?. Hay tantos tipos de amor como ganas de hacer cosas con la otra persona. Tal las cosas, la verdad que más una declaración de amor lo que hay que exigir es una declaración de ganas y que la palabra amor se ha vuelto equívoca. Lo mismo vale para un barrido que para un fregado.
Hay una nutrida serie de sentimientos a los que etiquetamos con ese término. Por ello a menudo nos entregamos alegremente suicidas en brazos del azar y de las intermitencias cardiacas, eso que ahora llaman química del amor, manos sudorosas, palpitaciones, nervios…sin duda una expresión acertada. Cuando estamos enamorados se provoca en nuestra mente una cascada de de reacciones emocionales: hay electricidad (descarga neuronales) y hay química (hormonas y otras sustancias que participan). Ellas son las que hacen que una pasión amorosa descontrole nuestra vida y ellas son las que explican buena parte de los signos del enamoramiento, somos capaces de cometer locuras, pueden dejar fuera de combate a nuestra lucidez mental y paralizar nuestro cerebro, pero… se es tan feliz…