Leía en el autobús y, de un salto, tuve que pulsar el botón para no pasarme de parada. - Sonia, tú siempre igual, con la cabeza en otra parte -. Seguí leyendo mientras andaba, buscando la luz intermitente de las farolas.
“- Ahora mientes un poquito. Yo sé que en alguna parte del mundo tienes a una querida y que la ves cada medio año para pelearte con ella. Es muy bonito por tu parte que quieras guardar fidelidad a esta amiga maravillosa, pero, permíteme, no tomes esto tan completamente en serio. Ya tengo de ti la sospecha de que tomas el amor terriblemente en serio. Puedes hacerlo, puedes amar a tu manera ideal cuanto quieras, eso es cosa tuya. […] Amar ideal y trágicamente, oh amigo, eso lo sabes con seguridad de un modo magnífico, no lo dudo, todo mi respeto ante ello. Pero ahora tienes que aprender a amar también un poco a lo vulgar y humano.”
El lobo estepario. Hermann Hesse.
Golpe al pecho. Entré en el callejón que me llevaba directamente hasta la puerta de casa. Es un callejón bastante oscuro, con sólo un par de farolas que ni recuerdo desde cuándo llevan fundidas; no podía seguir leyendo.
¿Y si es verdad? ¿Y si lo que debo hacer es apartar de una patada a mi concepción idealista del amor? Las utopías son el camino hacia la mejora, o eso dicen… pero joder, una también se cansa de perseguir algo inalcanzable, de subir peldaños para nunca ver el final de la escalera; y este amor mío sólo me traía decepciones bajo el brazo. El problema es que no sé conformarme con menos. Busco algo que nadie puede ofrecerme; busco algo puro en un universo adulterado.
Quizás ese sea el único remedio barato y efectivo: entregarte a los placeres mundanos, a los instintos básicos. - ¿Pero qué iba a aportarme eso a mí? No seas hipócrita, eso es lo último que tú quieres -. ¡Cállate! ¡Deja de cuestionarlo! No tiene que ser tan complicado. Sabes perfectamente cómo hacerlo; esos juegos de seducción no pueden pillarte de nuevas: háblales en francés, mírales de reojo. Tú sólo limítate a sentir el pálpito profundo que se clava en el vientre; esa será tu brújula. Aprovecha, y déjate besar, ahora que todavía tienes la piel tersa, el cuerpo bonito, y todo en su sitio.
Deja que beban champagne de tus clavículas.
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