martes, 16 de abril de 2013

Ausencia


¿Cómo convertir la ausencia en costumbre?  ¿Será como dejar la luz encendida, tanto de noche como de día, hasta que se deja de ser consciente de que está encendida? ¿O será como apagarla y no volverla a encender, ni siquiera de noche, hasta que se aprende a vivir en la oscuridad?


domingo, 14 de abril de 2013

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Sintió que alguien presionaba sus tobillos, con el pulgar y el índice apretando en el hueso hasta que sus piernas quedaron completamente inmovilizadas. Y un cuchillo afilado recorrió su pierna derecha, desde el principio hasta la rodilla, con el mismo movimiento de la cuchilla cuando te depilas, pero esta vez rajando la piel con sumo cuidado para no olvidar ni un centímetro, atravesando las venas hasta llegar al hueso y entonces, pararon. Gritaba demasiado, tanto que cualquiera podía escucharla. Así que le rajaron los labios con el mismo cuchillo, se los rajaron en horizontal dibujando una sonrisa diabólica y en vertical hasta donde comienza la nariz. Entonces pararon. En la frente, con una navaja, le escribieron puta. La sangre descendía por su cara empapando sus ojos verdes. Y por un momento se sintió tan puta que chilló del dolor que le producía cada uno de los errores que cometió una vez y que ya no podía solucionar. Pero cada vez que gritaba las rajas de los labios aumentaban de tamaño y el dolor de culpa pasó a un segundo plano. Le cosieron su nombre verdadero en el brazo izquierdo
con un hilo azul que encontraron en el cajón de Bridget y rezó para que se quedasen así toda la vida, porque la sensación de una aguja pasando de lado a lado de la piel era mucho más agradable que cuando le rajaban el cuerpo pasionalmente. Nadie la besó, nadie le mordió los senos esta vez, nadie la violó, nadie le obligó a hacer sexo oral. No querían placer del de siempre. Esta vez no la deseaban. Ahora sólo querían devolverle el daño a base de heridas. Y lo que ellos no entendían es que cada dolor es distinto, y que el dolor físico jamás suplirá todo el daño psicológico que alguien puede hacerte cuando aún quieres.
 

martes, 9 de abril de 2013

Dicen...


Dicen que al mal tiempo buena cara, que después de la tormenta siempre llega la calma, pero que al fin y al cabo las cosas nunca cambian. Que todo lo que sube baja, pero que agua que pasa no mueve molinos. También dicen que todo el mundo merece una segunda oportunidad, pero que segundas partes nunca fueron buenas; que quien tiene boca se equivoca y que rectificar es de sabios. Que querer es poder y hace más quien quiere que quien puede, pero que quien todo lo quiere todo lo pierde, además que de donde no hay no se puede sacar. Que quien no arriesga no gana, que quien la sigue la consigue. Que no por mucho madrugar amanece más temprano, pero que a quien madruga Dios le ayuda. Que si te pica te rascas, que todo lo que escuece cura y.  Que no hay mas ciego que el que no quiere ver y mayor sordo que el que no quiere escuchar, que a palabras necias oídos sordos pero que a buen entendedor pocas palabras bastan. Que la confianza da asco. Y que quien no corre vuela, que ya se sabe que las apariencias engañan, que aunque la mona se vista de seda mona se queda y que por supuesto que no es oro todo lo que reluce. Y mira que quieres que te diga si quien avisa no es traidor, que si te he visto no me acuerdo, y que a rey muerto rey puesto...

Que más vale solo que mal acompañado.

 

jueves, 4 de abril de 2013

A un hombre que se equivocó de mujer


Querido amigo:

No sé si te alarmará mi carta cuando te veas reflejado en ella, no quisiera causarte más inquietud de la que tienes ni es otra mi intención que la de aportar con estas palabras algo de calma a tu ajetreada existencia. Vivir con la persona equivocada debe ser duro, sobre todo si la quieres, y nada te indica que la vida sin ella vaya a ser mejor. Hay que pensar que un margen de error es la única garantía de que la vida existe, que no es una mera manipulación calculada de nuestros egoísmos y que, al final, se soportan mejor los monstruos ajenos que los propios, los que nos vienen dados que los que afanosamente podemos llegar a producir. Querido amigo, tú piensas que quizás todo sería mejor si esa mujer te pusiera todos los días la ropa que has de vestir sobre la silla, y tuviera tus zapatos a punto, y supiera cocinar de modo que nada estuviera fuera de lugar, que hiciera todo eso sin que nadie lo notara, con una sonrisa tranquila y satisfecha, y luego además, tuviera su vida propia, su trabajo, sus amigos, de modo que nada te fuera reclamado, que no sintieras su presencia más que como un agradable placebo que te hace dormir, que te deja vivir sin las incomodidades de cada día. Nunca estuvo claro que fuera así, pero pensaste que quizás podrías educar a ese animal como se educa a una mascota doméstica, a cambio de una afecto tranquilo y sin alteraciones. Ahora, la mujer te sale mala y va y viene por la casa descomponiendo tu desorden y su sonrisa te exaspera y su afecto tranquilo no te tranquiliza en absoluto. La querías, pero con algo más que pan y cebolla, qué le vamos a hacer, ya se sabe que nuestras exigencias son mayores de las que nos atrevemos a confesar.

Quizás el error sea otro, y tus quejas se dirijan a su felicidad, a su libertad, a la seguridad de su amor. No parece que nada la preocupe, y eso te tiene nervioso, porque una mujer, para serlo de verdad, y para ser la tuya, ha de vivir preocupada por tu felicidad, por tu libertad, por tu amor. El precio de tu tranquilidad es su angustia enmascarada en una actitud de vigilia constante, para que nada falte, para que todo esté en donde tiene que estar, en la casa y en tu corazón. Ese agobio diario, maquillado de carmín vespertino, peluquería semanal y gimnasio matutino, conseguiría estabilizarte a ti y equilibrar vuestra relación. Pero si te sirve de algo, y si es verdad que la quieres, créeme que la única solución es devolverla a la casa de mascotas donde la compraste.

Tu mujer estará más feliz en una jaula anónima en compañía de otros solidarios semejantes, que junto a un hombre que no sabe vivir junto a ella si no es reduciéndola a la categoría de un perro que corre todo el día detrás de ti, juguetón, cuidadoso y solícito, con la lengua fuera.