miércoles, 30 de enero de 2013
¿Inocencia?
De niña pensaba que tenía poderes y estuvo a punto de romperse la crisma cuando, ataviada con una sombrilla, saltó desde el muro del jardín. No le dolió el golpe sino descubrir que no podía volar. El siguiente chichón se lo hizo al chocar, en plena carrera, contra el tabique de su cuarto. Tampoco era capaz de atravesar paredes. Esta niña no es normal, dijo su madre mientras le ponía mercromina en la frente. Claro que no, pensó ella, soy un superhéroe. Y tachó de la lista la habilidad de curar. Creció descartando la eolokinesis, cryokinesis y todas las kinesis de los cómics que leía sin darse por vencida. ¡¿Telepaqué?!, le preguntó en el recreo su mejor amiga. Olvídalo, respondió tras veinte minutos en silencio mirándose con cara de tontas. Sólo una vez creyó encontrarlo. Aquella tarde el tiempo se paró de pronto. Allí estaban sus ojos, al otro lado del pasillo. Durante unos segundos todo se movió a cámara lenta pero no ocurrió nada. Esa noche lloró la diferencia entre ser y sentirse invisible. Y hoy sigue, con su capacidad de ilusionarse intacta, buscadora de buscadores, sin rendirse jamás. Quizá, un día, alguien le susurre al oído que esos también son superpoderes
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