sábado, 21 de noviembre de 2009

En busca de uno mismo

Hoy en día, para ser alguien se deben exhibir las cosas muy personales como pruebas de la magnífica distancia entre uno y la multitud. El importante se distingue del que no lo es, entre otras cosas porque las cosas muy personales le sientan mucho mejor. No me compare usted al hortera de su vecino dedicándose el fin de semana al bricolage con Harrison Ford entregado a la carpintería. Por favor. Lo de Harrison es algo espiritual, lo de su vecino no tiene nombre.
Tampoco son iguales esas rachas de incomunicación que tiene su marido frente al televisor que las que pueda sufrir un escritor. Su marido no piensa, se aliena. En cambio, el escritor... El escritor piensa en su obra y si lo hace delante del televisor es para disimular o por humildad, para ser uno más.

Todo esto viene a raíz de que me encargaran muy amablemente algo muy personal. La verdad, me halaga. Llevo años ensayando este momento. Empecé a bucear en mi interior para hallar algo verdaderamente personal, alguna extravagancia mía, una extravagancia de mujer creadora, de esas que uno pondría en un diario íntimo con vistas a después de la muerte. Me encontré el mismo problema con el que me tropezado cada vez que he querido llevar ese diario: ¿qué es lo que distingue mi vida de la del resto? Yo siempre pensé que eso de las vidas peculiares, con aficiones de por vida y recuerdos de mucho glamour, era cosa de los ingleses, que son muy constantes para sus casas y hobbies, o de los franceses, que saben que no hay nada mejor que tener dentro un francés. Ahora, esa moda ha llegado e España, todo el mundo quiere ser uno mismo. Yo no tengo paciencia para tener aficiones, ni para tener manías, ni para ser fascinante. No puedo escribir un diario inmortal. Ahora creo que los escritores tienen personalidades tan arrolladoras que empiezan a publicar sus diarios inmortales desde los treinta años. Qué suerte. Yo sólo me encuentro a mí misma cuando me reflejo en los espejos de un bar. Ahí estoy, detrás de la barra, y la verdad, me parezco tanto a los desconocidos que están a mi lado que hace tiempo decidí escribir sobre personajes inventados. A ver si logro encontrar a alguien dentro de mí que sea realmente distinto. Preferiría, claro, que no se tratara de Alien.

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