Imagínate que en una noche oscura, misteriosa, llena de pasión, nuestros caminos se encuentran por capricho del azar. Imagínate que yo me acercase a ti, notarías que soy un hombre atractivo, joven y con buen gusto. Imagínate que después de un pequeño examen mutuo decides conversar conmigo, notarías que soy un hombre culto, educado, inteligente, cortés y galante. Imagínate que te gusta lo que ves, lo que oyes y lo que sientes; en ese supuesto iríamos a algún lugar alejado del bullicio de donde nos encontrásemos, iríamos a tu casa.
Allí, me invitarías a una copa; seguiríamos conversando. Notarías como si leyese tus pensamientos. Tu confianza en mí se reafirmaría aún más de lo que ya se había reafirmado.
Nuestros rostros se acercarían poco a poco, mientras nuestros labios dejan escapar esas confesiones que jamás hubiésemos contado a nadie incluidos los amigos más íntimos. Es entonces, en ese momento en que nuestras mentes se funden cuando te besaría con pasión, pero con delicadeza y dulzura. Comenzaría por tus labios, saboreándolos, poco a poco, mordiéndolos con deseo, pero sin lastimarte, mientras mis manos acariciarían tu cabello y se irían deslizando poco a poco hasta llegar a tu muslo. Tu corazón se aceleraría y sentirías que no puedes parar que querrías, pero que no puedes porque por algo soy el mejor amante del mundo.
Luego besaría todo el camino que hay entre tu boca y tus ojos, con suavidad, despacio para que tu excitación fuese en aumento, y tú desearías más y más. No harías nada para detenerme.
Estarías libre de hacerme parar, pero no lo harías, tu deseo sería tal que no podrías y tampoco querrías. En cuestión de segundos te darías cuenta de que había desabrochado tu blusa, dejando al descubierto tus preciosos senos, perfectamente redondos, suaves, unos senos que saborearía con mi lengua, aspirando con mucho cuidado tus pezones con mi boca, mientras la tuya se entreabría para dejar escapar un pequeño gemido de placer. Mis manos sustituirían a mis labios, contorneándolos cuidadosamente, realzando la erección de tus pezones.
Mientras tanto mis labios se habrían detenido en tu sonrisa. Tus gemidos irían en aumento, más y más, apenas podrías moverte, no porque te estuviese aprisionando de alguna manera, no; si no porque no podrías debido al intenso placer.
Después volvería a besarte por todas partes hasta encontrar tu cuello, el cual chuparía sin prisa. Inclinarías la cabeza hacia un lado para dejar al descubierto un esbelto cuello, recto, perfecto. Me entretendría allí bastante tiempo, saboreando cada centímetro de tu piel en ese lugar tan perfecto de la anatomía femenina. A cada chupada, la sangre se iría acumulando más y más, hasta empezar a hacerse visible un pequeño cardenal que me excitaría aún más... y a ti también.
Tu cuerpo se iría moviendo al ritmo de mis chupadas, mientras mis manos han ido haciendo todo el recorrido habido y por haber por tu cuerpo semidesnudo, encontrando cada orificio, introduciéndose en él. Tu corazón no dejaría de latir en ningún momento, es más se aceleraría como jamás se había acelerado nunca, bombeando sangre más rápidamente. Mientras tanto tu mente se nublaría por el placer, todos tus pensamientos se desvanecerían mientras de tu boca sólo podrían salir gemidos de éxtasis. Cuando estuvieses a punto de estallar en ese éxtasis total, mis labios aún en tu cuello se abrirían para dar paso a mis dientes perfectos e inmaculados, entonces sería el momento oportuno para que dejase relucir al verdadero yo que llevo dentro.
Mis incisivos se clavarían en esa maravillosa línea que es tu vena que no es recta, pero sí perfecta. Es entonces, con el destello de tu orgasmo cuando empezaría a absorber tu vida, tu sangre, mientras tus gemidos de placer aumentan, hasta convertirse en gritos de horror al darte cuenta de que tu pecho está manchado de tu sangre y mi boca llena de ella. Sólo entonces lo comprenderías, entenderías por qué tanto interés, pero aún así, en cierto modo, te excitarías aún más. La adrenalina de tu deseo y del terror se fundirían aún más, mientras mi gozo aumenta y mi sed se calma. Temerías por tu vida, pero no te mataría. Te la iría absorbiendo poco a poco, pues no hay mayor placer que absorber a otra persona, aunque en este caso sería casi literalmente. No absorbería tu cuerpo, pero sí tu vida.
Todo esto sería perfecto, ¿verdad? Si no fuera porque no tengo los incisivos necesarios para poder chuparte la vida.
Tengo todo lo que puede tener un vampiro. Una vida longeva, eterna; encanto; magia; atractivo; cultura; inteligencia; refinamiento; como lo diría la juventud de hoy en día "morbo". Sin embargo sólo me falta una cosa... colmillos. Debo reconocerlo... soy un vampiro desdentado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario