De vivir y escribir he entendido que hay historias que no merecen extensiones. Desafortunadamente hay quien quiere dilatar escenas, y hasta añadir otro capítulo, todo por evitar el deterioro. Entonces se convierte en algo pesado de llevar, es tener que planear una función, dirigirla y además actuar. Son historias que no lo merecen, no por ineptas o vacías, todo lo contrario, fueron lugares atrayentes y amables, donde no existía términos de estadía, y perdiste el carácter de visitante. Era tu mundillo, una propiedad que a nadie hubieras concedido, pero pasa que te atas cada día más a él en la sensatez del egoismo, ignorando conscientemente que la fascinación donde se originó, ya no es compartida.
Entonces relatarla deja de ser simple, y ahora te exige hacer malabares en réves para poder seguir. Ahí es cuando se debe parar, a menos que seas lo suficientemente ingenioso y masoquista, para crear una farsa y sostenerla acosta de tu hígado.
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