Quizás sea, precisamente, porque sé que ni todo empieza ni todo acaba en ti. Sí, creo que es eso lo que me asegura las bocanadas de aire que -a días- el mundo se empeña en robarme. O puede que sean las ganas de verte, agolpadas en mi boca, quienes hacen grande su curvatura. No lo sé. El caso es que esta mañana, sin ir más lejos, me he despertado tumbada al lado de un interrogante.
"¿Cómo puede ser que te guste de él
hasta el sabor a ausencia?"
No he respondido. Porque hay preguntas que están hechas para no ser contestadas.
Y hay sensaciones que están para ser sentidas, no cuestionadas.
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